jueves, 10 de abril de 2008

Querida Ciudad Universitaria

Hoy te volví a ver, después de tanto tiempo. Y estabas tan linda como siempre, ahí parada entre la multitud. Parece que el tiempo no pasa para vos, al contrario de lo que hace conmigo, bamboleándome de aquí para allá, dejándome cada día más viejo y malhumorado, panzón y con tos de cigarro. Siempre fue muy rara nuestra relación, muchas peleas y discusiones en nuestro haber, lo sé, pero creo que en el fondo siempre te quise. Tal vez hasta te ame sin saberlo. Amar, querer, diferencias minimas para un sentimiento tan profundo.

A veces creo que somos como la Maga y Oliveira, andando sin buscarnos pero para encontrarnos, y encontrando. Sé que muchas veces me enojé sin sentido, te abandoné sola bajo la lluvia sin mediar razones, pero vos sabés que vuelvo. Siempre vuelvo. Estoy condenado a quererte, a desearte, a anhelarte. Y me la banco, sabés, me banco todos esos otros que también te desean, te recorren, te penetran sin pudor alguno, y sé que a vos te gusta, ese ir y venir constante te gusta, el manoseo en las escaleras, la intimidad grupal; y yo me la banco, porque no soy quién para juzgarte o juzgarlos.

Y vuelvo otra vez, como verás no aprendí nada, vuelvo a tus brazos con la esperanza de conocerte cada dia más, que las cosas funcionen, que lleguemos a buen puerto nuevamente, vos y yo. Ah, Ciudad querida, en unos días estaré ahí de nuevo, dentro tuyo, acomodándome en tus rectas y acariciando tus formas. Todo va a salir bien, te lo prometo. Me lo prometo.